PERSONAJE. Hernán Rivera Letelier
Entrevista publicada en el periódico "Panamá América".
El novelista chileno es el gran narrador del desierto, cada libro que escribe es parte de una colección.
ulio Montes Escala
Hernán Rivera Letelier.
PA-DIGITAL
Hernán Rivera Letelier.
Hernán Rivera Letelier emerge del punto más árido de la tierra, de ser trabajador en una estación salitrera, de escribir poemas a escondidas a gran ganador del premio Alfaguara 2010 con la novela “El arte de la resurrección”.
Letelier, escribió el cuento más corto del mundo, aunque a muchos los sorprenda. Su primer premio lo ganó en un concurso de poemas de una estación radial, en los años de la revolución hippie. Sobre su “primer hijo literario”, recuerda muy poco.
Recientemente estuvo en Panamá para presentar “El arte de la resurrección”. Una historia que reconstruye a un personaje real. Se trata de un iluminado que predicó por 22 años, en el Valle de Elqui, al norte de Chile, que hacía milagros, bautizaba, ungía y se le conoció como el Cristo de Elqui.
Cuenta que le tomó casi tres años escribir la novena porque, “en medio me salió una novela corta que se llama “La contadora de películas”. Yo generalmente me demoro un año, ocho meses, casi dos años para escribir una novela, con todo el tiempo del mundo para escribir”, explica.
No es la primera vez que el Cristo de Elqui aparece en el mundo de los libros, pues ya había sido “cantado” por Nicanor Parra en 1977; y ahora es “contado” por Letelier.
“Ya me había aparecido en “La Reina Isabel cantaba rancheras” y otros libros, y pensé este Cristo quiere que yo, lo cuente”.
Como en gran parte de los casos, muchos personajes se le salen de las manos al autor. Los personajes de “El arte de la resurrección”, no son la excepción.
“Fíjate que el “Loco de la escoba” fue un personaje que inventé para salvar una situación, el Cristo, se moría en el desierto, en la página ciento y tanto. Si se moría se me acababa la novela, y tuve que inventar un personaje que lo salvara.
Rivera Letelier, es el gran narrador del desierto, cada libro que escribe es parte de una colección. “Todos mis libros, he llegado a pensar, que son tomos de un solo libro, creo que estoy escribiendo un solo libro que es la historia de ese desierto y cada uno es un tomo “.
En su país, Chile, las reacciones oscilaron entre el aplauso y la molestia.
“Hay gente que se alegró mucho como mis amigos, hay gente que todavía está “cagado fuego”, como lo son mis enemigos, pero siempre así son los premios de dulce y de agrios”.
Entre los personajes de sus obras están: Bello Sandalio, Golondrina del Rosario, el Diablo del Bombo, de la novela Fatamorgana de amor con banda de música (1998); La Cama de Piedra, el poeta Mesena, de su libro más conocido “Reina Isabel cantaba rancheras” (1994); Hildebrando del Carmen de la novela “Himno de ángel parado en una pata” (1996).
¿Y qué nos puede decir sobre los protagonistas de sus libros?
“Los protagonistas de mis libros yo no los planeo. Me senté a escribir la historia del Cristo, no sabía que me iban a aparecer, yo mismo me iba sorprendiendo de los personajes que me aparecieron, unos personajes que me parecen entrañables.
Este novelista no conduce automóvil, situación que no lo tiene incómodo, sin embargo le gustaría poner como frase en un carro, “Rulfo es mi copiloto”, en referencia a uno de sus maestros. “Mis influencias son la generación de los sesenta y de los setenta, los escritores del boom”.
Rivera Letelier es un hombre vacunado contra la religión, pues su padre fue un pastor evangélico y en su casa no se compraban periódicos, no había radio y muchas otras cosas. “Ahora soy un hombre que no creo en la religiones”.
Sobre su padre Letelier comenta: “Ellos eran evangélicos. Él era un predicador de la calle, ella también. Lamentablemente, ella murió muy joven a los 38 años, cuando yo tenía ocho años de edad. Mi viejo se murió cuando yo tenía 23 años. Ellos no alcanzaron a ver que su hijo, se convertiría en escritor, estarían orgullosísimos porque ellos eran semi-analfabetos.
Este escritor, que lleva el desierto adentro, de niño jugaba en remolinos de arena intentado verle la cara al diablo con sus amigos, y al hacer esto lo único rojo que le quedaron fueron sus ojos, se decidió a ser escritor al ver dos poemas, mientras fue estudiante, es en todo el sentido de la palabra un autodidacta, un escritor que tiene fe en su propio instinto, es un trabajador de las palabras, que cree en el silencio, como fórmula para trabajar en uno mismo.
Letelier, escribió el cuento más corto del mundo, aunque a muchos los sorprenda. Su primer premio lo ganó en un concurso de poemas de una estación radial, en los años de la revolución hippie. Sobre su “primer hijo literario”, recuerda muy poco.
Recientemente estuvo en Panamá para presentar “El arte de la resurrección”. Una historia que reconstruye a un personaje real. Se trata de un iluminado que predicó por 22 años, en el Valle de Elqui, al norte de Chile, que hacía milagros, bautizaba, ungía y se le conoció como el Cristo de Elqui.
Cuenta que le tomó casi tres años escribir la novena porque, “en medio me salió una novela corta que se llama “La contadora de películas”. Yo generalmente me demoro un año, ocho meses, casi dos años para escribir una novela, con todo el tiempo del mundo para escribir”, explica.
No es la primera vez que el Cristo de Elqui aparece en el mundo de los libros, pues ya había sido “cantado” por Nicanor Parra en 1977; y ahora es “contado” por Letelier.
“Ya me había aparecido en “La Reina Isabel cantaba rancheras” y otros libros, y pensé este Cristo quiere que yo, lo cuente”.
Como en gran parte de los casos, muchos personajes se le salen de las manos al autor. Los personajes de “El arte de la resurrección”, no son la excepción.
“Fíjate que el “Loco de la escoba” fue un personaje que inventé para salvar una situación, el Cristo, se moría en el desierto, en la página ciento y tanto. Si se moría se me acababa la novela, y tuve que inventar un personaje que lo salvara.
Rivera Letelier, es el gran narrador del desierto, cada libro que escribe es parte de una colección. “Todos mis libros, he llegado a pensar, que son tomos de un solo libro, creo que estoy escribiendo un solo libro que es la historia de ese desierto y cada uno es un tomo “.
En su país, Chile, las reacciones oscilaron entre el aplauso y la molestia.
“Hay gente que se alegró mucho como mis amigos, hay gente que todavía está “cagado fuego”, como lo son mis enemigos, pero siempre así son los premios de dulce y de agrios”.
Entre los personajes de sus obras están: Bello Sandalio, Golondrina del Rosario, el Diablo del Bombo, de la novela Fatamorgana de amor con banda de música (1998); La Cama de Piedra, el poeta Mesena, de su libro más conocido “Reina Isabel cantaba rancheras” (1994); Hildebrando del Carmen de la novela “Himno de ángel parado en una pata” (1996).
¿Y qué nos puede decir sobre los protagonistas de sus libros?
“Los protagonistas de mis libros yo no los planeo. Me senté a escribir la historia del Cristo, no sabía que me iban a aparecer, yo mismo me iba sorprendiendo de los personajes que me aparecieron, unos personajes que me parecen entrañables.
Este novelista no conduce automóvil, situación que no lo tiene incómodo, sin embargo le gustaría poner como frase en un carro, “Rulfo es mi copiloto”, en referencia a uno de sus maestros. “Mis influencias son la generación de los sesenta y de los setenta, los escritores del boom”.
Rivera Letelier es un hombre vacunado contra la religión, pues su padre fue un pastor evangélico y en su casa no se compraban periódicos, no había radio y muchas otras cosas. “Ahora soy un hombre que no creo en la religiones”.
Sobre su padre Letelier comenta: “Ellos eran evangélicos. Él era un predicador de la calle, ella también. Lamentablemente, ella murió muy joven a los 38 años, cuando yo tenía ocho años de edad. Mi viejo se murió cuando yo tenía 23 años. Ellos no alcanzaron a ver que su hijo, se convertiría en escritor, estarían orgullosísimos porque ellos eran semi-analfabetos.
Este escritor, que lleva el desierto adentro, de niño jugaba en remolinos de arena intentado verle la cara al diablo con sus amigos, y al hacer esto lo único rojo que le quedaron fueron sus ojos, se decidió a ser escritor al ver dos poemas, mientras fue estudiante, es en todo el sentido de la palabra un autodidacta, un escritor que tiene fe en su propio instinto, es un trabajador de las palabras, que cree en el silencio, como fórmula para trabajar en uno mismo.
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